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Cine sin vergüenza

Desde los comienzos de su historia, el universo del cine se ha aprovechado del sexo para vender “ilusión”. Hasta en los momentos de mayor control por parte de Hollywood de lo que se podía ver y lo que no (en lo referente a lo sexual), los directores más sagaces se saltaban la censura como podían buscando a ese público tanto masculino como femenino con ganas de ver historias y escenas donde actos sexuales se manifestaban en la pantalla de una manera lo más natural os explícita posible. Claro está que la evolución del sexo ha sido casi de manera pareja a la sociedad : siempre ha habido territorios más arriesgados o más libres. Aunque el cine europeo siempre fue la opción para aquellos fans de lo “atrevido”, lo cierto es que poco a poco, con la inclusión en lo audiovisual de elementos en la ecuación como los HBO y Netflix de este mundo, hoy en día nadie se rasga las vestiduras (o al menos no como antes) a la hora de producir una película subida de tono con escenas explícitas y que muestre cualquier tipo de sexo. The Test ha hecho los deberes y ha tirado de filmoteca para demostrar que en la pantalla grande o en su traslado a la más pequeña, el sexo mueve montañas.


El imperio de los sentidos (1976) de Nagisa Oshima. Un mito del sexo posterior al ’68 de naturaleza nipona que tuvo que apoyarse en la financiación y marco francés para llegar a buen puerto. La película es explícita, ha envejecido bien… y sinceramente, es una obra de arte.

Exotica (1994) de Atom Egoyan. Una joya del cine independiente en el que los personajes dan rienda suelta a sus deseo sexuales más liberados a través de la maravillosa estética del laureado director canadiense de origen armenio Atom Egoyan.


9 semanas y media (1986) de Adrian Lyne. Con una estética de lujo, y con dos protagonistas muy potentes (Kim Bassinger y Mickey Rourke), el filme es sin duda el que mejor refleja el sexo en los años ’80. Frente a otrás décadas, los ochenta permiten el desenfreno sexual con una perspectiva comercial, como pasado por los ojos de un yuppie.


El Piano (1993) de Jane Champion. La oscarizada cinta no es una película erótica, ni siquiera tiene lo que se podría denominar morbo, pero si que contiene una de las mejores escenas de sexo de la historia del cine que pocos recuerdan. Holly Hunter, Sam O´Neill y Michael Nyman (con su banda sonora) crean una magia increíblemente sexual.

50 sombras de grey y secuelas (2015) de Sam Taylor Johnson. Secuelas, James FoLey ¿Sexo o pastiche? ¿Marketing o realidad? El caso es que da igual. La serie de películas basadas en los libros de E.L. James, son todo un fenómeno que curiosamente ha sido mucho más valorado por el público femenino que por el masculino. ¿La película? Tampoco es que valga mucho; desgraciadamente no traslada el erotismo del original a la pantalla.


Romance (1999) Ade Catherine Breillat. Un análisis de cómo los humanos somos capaces de dejarnos llevar por el sexo cuando lo intelectualizamos. Sin duda una obra maestra que trata el sexo sin ningún tipo de tapujos y que eleva a la estrella del porno Rocco Siffredi al olimpo de los actores de las películas artísticas francesas.

Habitación en Roma (2010) de Julio Medem. Con un reparto apasionante liderado por Elena Anaya, la historia de pasión erótica entre dos mujeres en la capital italiana se ha convertido en una película de culto que cuenta con las magnífica y particular dirección de uno de nuestros directores de cine más reconocidos.


Nyphomaniac (2013). En la versión original del filme, el realizador danés da rienda suelta a toda su capacidad artística durante casi cinco horas. Él mismo declaró en su estreno que su intención era hacer “una mala película porno”. El caso es que es una película tan dura como explícita donde el sexo es el principal protagonista.


El último tango en París (1972) de Bertolucci. Quizás la película que cambió la percepción del sexo explícito en el cine. Un mito de la cultura más progre de principios de los ’70 y un escándalo para el resto de la sociedad. La escena de la mantequilla es todo un hito, pero lo curioso es que Marlon Brando tenía tan sólo 48 años en la película. ¡Los tiempos han cambiado!

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